El lenguaje del coronavirus: un glosario colaborativo

Hace unas semanas, Elena Casado y yo participamos en “Las Crisis que Vienen. Biopolíticas de la Pandemia y Nuevos Horizontes de Contrapoder”, un curso organizado por la Fundación de los Comunes que pretende analizar críticamente el abordaje de la pandemia de COVID-19 y explorar las posibilidades de reflexión y de acción colectiva que se abren alrededor del coronavirus. Nuestra sesión, que se tituló “El coronavirus y sus metáforas: horizontes para la lucha de frases”, quiso acercarse a las dimensiones sociolingüísticas de la pandemia. El lenguaje de la pandemia, escribíamos en la presentación del curso, estaría generando determinados modos de construir la realidad alrededor del coronavirus y la forma en la que lo politizamos. Se planteaban así diferentes preguntas. ¿Qué nuevos términos y conceptos han acompañado a la pandemia del COVID-19? ¿Qué clase de metáforas estamos empleando para comprender lo que nos pasa? ¿Qué implicaciones podemos detectar en el habla social sobre la pandemia —qué se nos hace visible y qué resulta invisibilizado—?  ¿Qué espacio queda para una imaginación lingüística —y una política— alternativa?

Cuando, meses atrás, propusimos la sesión para el curso, en nuestras cabezas bullían posibilidades para responder a esas preguntas: evidenciar las metáforas bélicas y policiales que se han venido utilizando; desentrañar los significados implícitos en los nuevos términos que hemos incorporado; desmontar la estructura gramatical y semántica de los discursos epidemiológicos, políticos y sociales que han sido prevalentes en la gestión de la pandemia. El lenguaje y sus recovecos siempre nos ha fascinado a Elena y a mí, y pensábamos que nos iba a resultar sencillo montar la sesión.

Pero cuando empezamos a organizarla ya en serio, nuestra seguridad se tambaleó. ¿Dónde ir a recoger esos discursos y términos? ¿Qué fuentes podían servirnos – Twitter, la prensa, los comentarios en la cola de la frutería, las apariciones televisivas de Fernando Simón…? ¿Cómo delimitar? ¿Cómo seleccionar elementos discretos de un discurso que se ha hecho continuo, omnipresente, omniabarcante? Más aún: ¿En qué sentido nuestras propias experiencias de habla y escucha, nuestro mundo del lenguaje, podía hacerse representativo del universo lingüístico más amplio que nos envuelve a todas? ¿Con qué autoridad podíamos nosotras hablar del hablar? Nos invadió un cierto desánimo. Hasta que encontramos una solución.

Renunciando al papel de detectives del lenguaje, pensamos que sería más adecuado hacer de médiums – convocar, como en una sesión espiritista, otras inteligencias que nos orientaran, otras presencias que nos guiaran. Pensar colectivamente, además, resulta mucho más divertido. Así que organizamos una pequeña indagación colectiva, que hicimos circular entre amigas y asistentes al curso. En vez de ser nosotras quienes contáramos nuestra milonga, llamamos a la gente a reflexionar sobre sus propias vivencias lingüísticas de la pandemia.

La “encuesta” – si es que puede llamarse así a este pequeño glosario colaborativo en el que participaron solamente 41 personas, y además de entornos bien delimitados (la universidad y Madrid, primariamente, aunque también colaboraron amigas de otras zonas del Estado español y de Latinoamérica) – se basó en cuatro preguntas que lanzamos de manera abierta la última semana de enero de 2021. A través de un cuestionario muy breve, preguntamos sobre las nuevas palabras que se han introducido en nuestro lenguaje durante el último año; sobre aquellas otras que han estado ausentes de los discursos sobre el coronavirus; sobre las posibles polémicas en torno al género gramatical del propio (o la propia) COVID-19; y sobre el lenguaje visual que habría generado la pandemia.

Se generó así un material muy sugerente y útil, que nos sirvió para organizar la sesión y que hemos creído interesante compartir también por aquí. Sugerente, en primer lugar, porque pensar la pandemia desde el lenguaje no solo nos permite reflexionar sobre los marcos discursivos hegemónicos en torno al coronavirus, sino que también plantea otras cuestiones sobre la relación más amplia entre lenguaje y sociedad. Las reflexiones que hacen las personas que colaboraron nos conducen a preguntas importantes sobre el propio lenguaje: ¿Quién decide sobre él? ¿Qué relación tiene con nuestra identidad, con el lugar donde vivimos, con las personas a las que nos dirigimos, con los contextos en los que lo usamos? ¿Cómo lo aprendemos? ¿Cómo incorporamos nuevas palabras, cómo las inventamos? ¿Cómo nos resistimos a él? Consultando las respuestas recibidas es difícil obviar que muchas discusiones lingüísticas “técnicas” (por ejemplo, cuál es el género de las palabras, qué ocurre con la concordancia gramatical entre términos o con la acronimización de determinados conceptos, si es mejor usar «pandemia» como sustantivo o «pandémico» como adjetivo…) están claramente ligadas con debates sociales y controversias políticas más amplias.

Y útil, en segundo lugar, porque nos parece que este glosario pandémico puede ser un recurso al que volver en el futuro. Pues, como todo lenguaje y todo habla, responde a su tiempo histórico: da testimonio ordinario de él y lo captura en un momento y un espacio determinados. Creemos que volver a consultar dentro de un tiempo este pequeño juego con las palabras, los silencios y las imágenes de la pandemia que nos atravesaban a principios de febrero de 2021 nos servirá para recordar (algo crucial en este tiempo de aceleración desmesurada, en el que ya hemos olvidado tantos términos que solamente hace unos meses ocupaban buena parte de nuestro vocabulario, como “balcones”, “abrazos”, “papel higiénico” o “supercontagiadores”). Pero también para juzgar los caminos que habremos tomado, o dejado de tomar.

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2 respuestas a El lenguaje del coronavirus: un glosario colaborativo

  1. MATILDE FERNANDEZ-CID ENRIQUEZ dijo:

    Qué grandes sois… gracias por compartir 😉

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