[disponible tras el encuentro]
13/05/2015, 12.15-13.10
Noche, interior. Una mujer, flequillo arriba, entra en la habitación. Primer plano. Grita: “¿Qué haces? ¿Estás con la lisiada?”. Inmediatamente nace un clásico.
La actriz mexicana Itatí Cantoral brilla con su actuación desmesurada en esta escena que ha pasado a la historia de los culebrones, interpretando a una de las villanas más icónicas de la pantalla: Soraya Montenegro de la Vega. Aparte de hacer la vida imposible a María Hernández, aka “María, la del barrio”, aka Thalía, vive uno de sus momentos más impactantes de la trama al encontrar a su joven novio Nandito, a su vez hijo de su ex novio, arrodillado a la altura del rostro de la joven e inocente Alicia, que recibe su tierno beso desde su silla de ruedas. En época de YouTube, el impacto de este romance prohibido –y su posterior y apabullante desenlace– es consumido vorazmente como una pieza audiovisual autónoma. Gana vida propia, visitas y revisitas, y se convierte en un hit de audiencia bajo el título Maldita Lisiada.
Lejos de otorgar al raciocinio lógico y a la coherencia discursiva un estatus prioritario, esta escena reivindica la dimensión emocional –en sus formas más extremas– como estructura básica de su diégesis. Pasando de largo de criterios como la contención dramática y verosimilitud, suspende radicalmente la incredulidad de sus espectadores y nos instala en un imperio de sentimientos.
Siendo así, ¿qué competencias analíticas exigen las telenovelas a su audiencia? ¿Cómo se fabrica esta tipología de imágenes y según qué criterios políticos y poéticos? ¿Qué papel tienen estas escenas en la educación sentimental de su público? En definitiva, ¿serán los culebrones la última reserva donde sobrevive plenamente el sentimentalismo exacerbado, libre del control de las instituciones disciplinarias defendidas por las formas de existencia post-capitalistas?
A través de un análisis fílmico trataremos de acercarnos a esta escena y ubicarnos en este claro ejemplo de territorio en disputa. Además de la obvia lucha entre heroína y villana, evidenciaremos los diversos discursos y miradas que se confrontan, se confunden, se recombinan y discrepan, aprovechando algunos soportes teóricos tomados de los estudios culturales, tales como las lecturas poscoloniales, de género y el psicoanálisis. Y si las telenovelas, como define el experto Reynaldo González, “no buscan la novedad, sino la satisfacción de un goce difícil de explicar, pero cierto”, nos desafiaremos a definir el estatuto de esta mirada bajo la que actuamos como espectadores. Lo “kitsch” según Adorno, lo “camp” según Sontag y lo “neobarroco” según Calabrese nos pueden guiar en esta aventura metodológica sobre este “guiltiest guilty pleasure” –supuestamente exclusivo de los latinoamericanos.