Candidez y amistad. Vertientes para abordar un debate sobre las emociones en el espacio público

Sesión Presentación: Emociones Ordinarias
13/05/2015, 10.00-10.45

MARÍA JOSÉ SÁNCHEZ LEYVA es es investigadora y docente de la URJC. Profesora de Teoría de la Información y Teoría de la Comunicación, sus líneas de investigación comprenden la semiótica y el análisis del discurso, las representaciones e imaginarios colectivos, la ética y filosofía políticas y el estudio de los procesos de subjetivación.

Esta propuesta es un acto (un canto) de amistad en el sentido blanchotiano y un rechazo a la emoción. Más estrictamente al giro expresivista, experiencial y moralizador que ha conquistado y saturado el espacio público y sus formas de intervención y que denomino giro emotivo.
La esfera pública en las sociedades del capitalismo cognitivo, lejos de estar desprovista de emociones, pese a su retórica filosófica, se ha visto saturada por una clase de afecto comprometido con el imperativo de la cooperación. Debido a que el nuevo capitalismo demanda y crea redes de interpendencia, ordena que ejerzamos nuestras habilidades emocionales para identificarnos con el punto de vista de otros anulando el conflicto social, nos construyamos una personalidad a la medida de los requerimientos socio-económicos releyendo el interés propio en términos de coaching adaptativo como sinónimo de salud emocional, e incluso fragüemos vínculos solidarios, de los que queda al margen la justicia.
Se instaura una suerte de reino del yo mismo que conlleva que pensemos que nuestras emociones tienen validez por el simple hecho de que las expresamos. El narcisismo complaciente contemporáneo se acompaña pues de una expresivización que en realidad imposibilidad el diálogo social: enquistados en un lenguaje sentimental ya consignado además de en lo que sentimos damos vía libre a una sinceridad que sólo delata una sospecha de su interlocutor. La espontaneidad que este proceso requiere avoca a la dramatización como género discursivo. Lo privado se hace público pero no se politiza y pierde a su vez contenido diluyendo la interioridad. Curiosamente, de una manera perversa, esto sucede dentro de una exigencia asfixiante de comunicación permanente. Saturados de narrativas del yo vemos cómo la entronización del individuo que se comunica promueve la proliferación de relatos en primera persona, la insistencia de narraciones de vida cotidiana, el insistente recurso del testimonio y la narrativas fragmentarias con fuertes expresiones emocionales. Todo ello presupone una comunidad de experiencias que producen compasión, empatía y fuertes efectos de verdad. Estas formas expresan una sensibilidad social proclive a instancias de rápida identificación y movilización emotiva y, desde algunas perspectivas, esta exhibición de subjetividad parece resultar un apoyo afectivo para sujetos que requieren soportes de algún tipo frente a una trama social retraída y débil.
Con lo anterior no queda blindado un debate sobre emociones en el espacio público. Considerarlas en la actualidad como dispositivos de dominación implica sostener que tienen necesariamente que ser revisadas y denunciadas en su papel de sostén cándido y perverso de la nueva economía. Esto no es incompatible con reivindicar su valor esencial en la constitución del vínculo social y en la constitución de la esfera pública. Nos referimos, por ejemplo, a la amistad con la que comenzaba: “esa relación sin dependencia, sin episodio, donde, no obstante, cabe con toda sencillez la vida, pasa por el reconocimiento de la extrañeza común que no nos permite hablar de nuestros amigos, sino sólo hablarles, no hacer de ellos un tema de conversación”.

 

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