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Sesión Vivo cantando
08/05/2014, 16.00-17.00
08/05/2014, 16.00-17.00
El uso de emitir música por el móvil en el espacio público, llamado sodcasting, ya es un fenómeno global consolidado. Me interesa investigar ese fenómeno de atomización del soundsystem, de ghetto blaster de la era digital, de conversión de cualquier ciudadano en broadcaster y de construcción plural del paisaje sonoro urbano. Es una cuestión especialmente controvertida, e interpreto esta práctica como posible activadora de un debate alrededor de la convivencia en el espacio público, la libertad de manifestación de las contraculturas urbanas y el uso de la música como instrumento de ataque o defensa. Normalmente, investigar el mundo del sodcasting es enfrentarse a una cantidad inmensa de quejas y campañas ciudadanas que trivializan esta costumbre. Es interesante observar como el objeto de las criticas es siempre un individuo en posición marginal con respecto a la cultura dominante: cani, choni, sudaca, gitanillo, macarra o poligonero. Sin embargo en el Reino Unido se ha investigado el sodcasting y en el 2008 se ha realizado una encuesta: el 42% de los encuestados de edad entre los 12-14 años, el 35% entre los 15-17 y el 23% entre 18-19 había “sodcasteado” durante el último mes. Hagamos la hipótesis de que el sodcaster estaría simplemente respondiendo al instinto natural de generar socialización a través del entretenimiento musical, lo que la población adulta y de poder adquisitivo suficiente hace en bares, discotecas y conciertos. Sin embargo, el sodcaster más prototípico, un adolescente con un poder adquisitivo limitado, representa justo las categoría excluida de la socialización musical oficialmente aceptada, ya que no posee un espacio en el que reunirse con sus amigos, no puede pagar una entrada para un concierto y no puede entrar en un bar. El espacio público es el único entorno en el que puede socializar sus escuchas musicales. Como dice Dan Hancox, “el sodcasting representa una vital y politizada re-socialización de la cultura popular, a través del disfrute colectivo de música; una agencia de interacción humana tan antigua que antecede la palabra”. Otro aspecto fundamental de la cuestión es el control territorial simbólico, y hay dos elementos en esta toma del territorio que me interesa destacar: El primero es el lugar más frecuente de la escucha: el transporte público como espacio relacional, de encuentro y enfrentamiento intergeneracional, interétnico y socialmente transversal. El sodcasting sería por lo tanto un acto profundamente dialógico, en el que la interacción con los demás tendría un rol fundamental. El segundo aspecto interesante es el uso del móvil como soporte de reproducción, un instrumento que genera uno de los únicos espacios de “intimidad generacional” en el que un adolescente se puede relacionar con sus coetáneos substrayéndose al control de los adultos y de la sociedad. En nuestros espacios públicos se está consumiendo una guerra contrahegemónica por parte de muchos excluidos, y el sodcasting está siendo su arma.
Massimiliano Casu
Estudió arquitectura en Italia y luego en un postgrado en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Ha trabajado en comunicación, en gestión cultural y en procesos de rehabilitación urbana participativa. Se ha dedicado al arte público y a la arquitectura participativa en distintos contenedores en Italia, España y Bolivia. Ha escrito algo en revistas y blogs de arquitectura y arte, y ha tratado de desarrollar unos proyectos de investigación-acción. En agosto del año pasado fue co-fundador de Grupal Crew Collective, un colectivo/plataforma de trabajo que explora el rol y el horizonte político de la “cultura soundystem”, de la fiesta auto-organizada y de la cultura musical popular. Nos centramos especialmente en proyectos que experimentan prácticas de agitación, de construcción de nuevas subjetividades y de transformación urbana a través de “la fiesta”, desarrollando acciones tanto en el espacio público como en la intimidad doméstica.