Robin Hood v.s. Cayo Mecenas. Propiedades del dinero en la arena filantrópica

Sociología Ordinaria Siete:
Apropiaciones, expropiaciones, reapropiaciones y… vuelta a empezar
Sesión «Si Curro Jiménez levantara la cabeza»

21/05/2019, 12:30-13:15

 


Carlos Almela Mariscal es… [pendiente de actualización]

RESUMEN: Las fundaciones son entes curiosos en cuanto a la idea de propiedad: al crearlas, una persona (por lo general, burguesa) decide afectar de manera irreversible un patrimonio a fines de interés general. Mediante deducciones de impuestos, los Estados favorecen la filantropía. Si un particular dona 100, el Estado sufraga por ej. 25, que deduce del impuesto de la renta del particular. Aunque se consideren entidades privadas, se puede decir que las fundaciones son pues semi-privadas, semi-públicas. Sin embargo, los fundadores conservan el control de sus fundaciones, manejándolas en el marco del respeto a los estatutos. Un anuncio en Francia que incitaba a donar fondos a la Fondation de France rezaba “mis impuestos, prefiero dedicarlos a las causas en las que creo”, abonando esta idea de control. Pero, si dejamos de lado la visión jurídica, ¿a quién pertenece realmente un dinero por el que se está pugnando dentro de una organización? Si bien esta reflexión parte de mi experiencia laboral, busco ir más allá y pensar la manera en que nos relacionamos como gestores con los recursos que se ponen a nuestra disposición. En tono jocoso, esta charla busca abrir la caja negra de las instituciones culturales, abordando la posición frágil de los equipos de gestión, mediadores que tienen un “doble mandato”: responder ante el patronato que les emplea y ante el tejido cultural que los valora. Este doble mandato rara vez coincide, por lo que acatarlo requiere una traducción del deseo de los fundadores… a la par que se responde al tejido cultural. Y, como es bien sabido, toda traducción es una traición. En un régimen tardocapitalista que enchufa a los trabajadores culturales al entusiasmo, la adhesión emocional a lo laboral pasa además por “sentir mío” el trabajo, eso sí, sin “hacerlo mío”, ya que esto último sería una falta profesional. ¿De ellos, vuestro, mío? Esta propuesta quiere pasear por la delicada línea entre la fidelidad a la tarea encomendada y el abuso de bienes sociales. También quiere explorar algunos imaginarios desobedientes que flirtean con la idea de apropiación: Robin Hood, la okupación, el “parásito institucional”, el “estudio negro”, el «traidor a la clase» abren un abanico de posicionamientos hechos de cesiones, aproximaciones, omisiones, perífrasis y manipulaciones que la moral profesional condena y el derecho laboral castiga, a la par que son un motor del deseo en el trabajo y quizás una condición de una gestión más equilibrada de los recursos.