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Sesión Party-loving Politics
07/05/2014, 12.30-13.00
07/05/2014, 12.30-13.00
¿Puede una rave en casa reprogramar las consideraciones que del activismo político se tienen? ¿Cómo afecta a la arquitectura doméstica los usos inesperados de sus usuarios? ¿Son las fiestas manifiestos político-arquitectónicos contemporáneos? En multitud de ocasiones, a la hora de evaluar las consideraciones urbanísticas y políticas de la arquitectura, se tienen en cuenta las intenciones de los arquitectos y las administraciones pasando por alto las reprogramaciones que se dan con posterioridad por sus usuarios. Las acciones de estos usuarios testifican que es posible reprogramar las agendas primigenias, encontrando posibilidades de nuevos planteamientos sociales, inesperados, y, por tanto, susceptibles de ser pasados por alto. Es lo que ocurrió con algunos casos de viviendas sociales de los años sesenta en Europa, consideradas como manifiestos de lo social y de la nueva arquitectura, en especial Hulme Crescents.
Hulme Crescents era una construcción de viviendas sociales realizada con bloques de hormigón en Manchester a comienzos de los años setenta. Sus arquitectos, Hugh Wilson y Lewis Womersley lo plantearon como un experimento continuador de las propuestas contenidas en la Unidad de Habitación de Le Corbusier. Su rápido abandono, lo convirtieron en un foco de marginación social. Lo que parecía un ejemplo más del injusto juicio sumarísimo que se estaba produciendo a la arquitectura del Movimiento Moderno, se convirtió en el manifiesto de otra arquitectura.
Todo comenzó con una fiesta celebrada en 1989. Edward Hollis la describió así:
“Al principio fue sólo la continuación de una fiesta, unas cuantas personas reunidas en la cocina después del cierre de los clubes para seguir bailando hasta que desapareciera el efecto de la última droga, pero antes de que hubiera pasado mucho rato las cosas se les fueron de las manos. Todo el mundo se había traído los colegas y pronto la cocina se halló tan atestada que nadie podía respirar, así que no digamos bailar. “Me acuerdo de Jamie dando con un martillo neumático contra la pared de su piso para abrir espacio para un club […] pero terminó cargándose todo el equipo de su estudio […] cuando apareció más gente, volvieron a hacerlo. Y cuando apareció más gente lo hicieron por tercera vez. Para cuando Jamie soltó el martillo neumático, había agujereado varias paredes y suelos, de modo que la antigua cocina era una caverna infernal en la que se embutían cuerpos sudorosos y donde retumbaba un bajo”.
Los usuarios se habían apoderado de la arquitectura preexistente para dar cabida a las nuevas funcionalidades que exigían, invocando estéticas y programas muy diferentes, generando una arquitectura que se basaba en ciertas relaciones sociales que no se encontraban en los planteamientos iniciales y que se conectaban con la música postpunk y las raves que formaban su día a día. Lo que parecía la imagen de un fracaso, era en realidad la configuración de un éxito social distinto y la redefinición de un sujeto diferente.
Hulme Crescents era una construcción de viviendas sociales realizada con bloques de hormigón en Manchester a comienzos de los años setenta. Sus arquitectos, Hugh Wilson y Lewis Womersley lo plantearon como un experimento continuador de las propuestas contenidas en la Unidad de Habitación de Le Corbusier. Su rápido abandono, lo convirtieron en un foco de marginación social. Lo que parecía un ejemplo más del injusto juicio sumarísimo que se estaba produciendo a la arquitectura del Movimiento Moderno, se convirtió en el manifiesto de otra arquitectura.
Todo comenzó con una fiesta celebrada en 1989. Edward Hollis la describió así:
“Al principio fue sólo la continuación de una fiesta, unas cuantas personas reunidas en la cocina después del cierre de los clubes para seguir bailando hasta que desapareciera el efecto de la última droga, pero antes de que hubiera pasado mucho rato las cosas se les fueron de las manos. Todo el mundo se había traído los colegas y pronto la cocina se halló tan atestada que nadie podía respirar, así que no digamos bailar. “Me acuerdo de Jamie dando con un martillo neumático contra la pared de su piso para abrir espacio para un club […] pero terminó cargándose todo el equipo de su estudio […] cuando apareció más gente, volvieron a hacerlo. Y cuando apareció más gente lo hicieron por tercera vez. Para cuando Jamie soltó el martillo neumático, había agujereado varias paredes y suelos, de modo que la antigua cocina era una caverna infernal en la que se embutían cuerpos sudorosos y donde retumbaba un bajo”.
Los usuarios se habían apoderado de la arquitectura preexistente para dar cabida a las nuevas funcionalidades que exigían, invocando estéticas y programas muy diferentes, generando una arquitectura que se basaba en ciertas relaciones sociales que no se encontraban en los planteamientos iniciales y que se conectaban con la música postpunk y las raves que formaban su día a día. Lo que parecía la imagen de un fracaso, era en realidad la configuración de un éxito social distinto y la redefinición de un sujeto diferente.
Iván López Munuera
Es crítico y comisario independiente. Explora la inscripción del arte contemporáneo y de la arquitectura en el contexto crítico de las ciencias sociales y en los estudios de medios. Ha realizado labores de comisariado, documentación y gestión en instituciones como Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, ACAX (Agency for Contemporary Art Exchange), Ludwig Museum, CA2M, Matadero Madrid, ARCO, MAPFRE Foundation, Comunidad de Madrid, Fundació Suñol, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo o el Instituto Complutense de Ciencias Musicales. Ha publicado en medios como El País, La Vanguardia, Arquitectura Viva, Arte y Parte, Goya, Lápiz, Pasajes de Arquitectura y Crítica, Pasajes Diseño o Urgente. Actualmente es profesor en IE University y ha sido tutor de ‘Arte Latinoamericano en el Siglo XX’ de la Universidad de Georgetown. Entre sus exposiciones como comisario destacan Fan Riots (Festival SOS4.8, 2014), Pop Politics: Activismos a 33 Revoluciones (CA2M, 2012-2013), El Ranchito (Matadero, 2010-2012), Circuitos MMX (Comunidad de Madrid, 2010) o Los Esquizos de Madrid (MNCARS, 2009; Fundació Suñol, 2009; CAAC, 2010).