Bajo el término ‘desconocidos íntimos’ se puede identificar un tipo de relaciones personales entre dos o más individuos que, sin necesidad de haberse conocido previamente, establecen vínculos emocionales/sexuales que, tradicionalmente, en los modelos dominantes de relaciones han sido catalogados como pertenecientes a la esfera de la intimidad. El solo hecho de visualizar que la intimidad pueda –y de hecho sea– compartida entre desconocidos permite desestabilizar los difusos límites de una noción tan socialmente construida, especialmente cuando sus usos escapan o difieren de una normatividad dominante. Esta desestabilización se ve además reforzada por el uso de internet en sus múltiples aplicaciones como sistemas catalizadores de los encuentros entre desconocidos y permite desmontar la noción de un único tipo de relación posible entre dos o más individuos.
Lo cierto es que habitamos diversas identidades, algunas de ellas contraditorias. Resulta igualemente importante señalar que el hecho de que constituyan un tipo de relaciones al margen de muchas convenciones sociales ligadas por supuesto a heteronormatividades, pero también, y de manera más general, a la noción de pareja como modo afectivo dominante, tampoco las excluye de la presión social que opera, por ejemplo, sobre los clichés de género. De hecho, no hay que olvidar que en las aplicaciones dirigidas o usadas para mantener relaciones homosexuales entre hombres abundan muchos de los estereotipos de género que lastran también los discursos dominantes. Cuestiones como ‘masculinidad’ o‘virilidad’ son establecidas para identificarse o identificar los deseos sin problematizarlas.
Pero más allá de estas cuestiones, los ‘desconocidos íntimos’permiten también hacernos pensar los modos de usar la ciudad y el territorio. Lo significativo del hecho no es que este tipo de encuentros entre desconocidos íntimos no se produjera antes, sino que se da de otra manera, y lo que es más importante aún, sin la necesidad de una localización que englobe o facilite estos encuentros, ya se trate de asociaciones, bares, clubs o saunas. La comunidad se forma aquí a través de la creación de otros contextos y este hecho también tiene sus repercusiones sobre la ciudad. En efecto, estas páginas web y/o aplicaciones dirigidas o usadas mayoritariamente para mantener relaciones sexuales incluyen, cada vez con mayor frecuencia, entre sus características la geolocalización. Este hecho, además de evidenciar algunas de las contradicciones del potencial de internet como red deslocalizada –de hecho, en muchas ocasiones genera una ultralocalización–, activa el mapa de una realidad aparentemente no visible sobre el tejido de la ciudad, tan real en su inmaterialidad como lo es en su pura presencia física, y abre el espectro de análisis de las maneras en que usamos la ciudad y, por tanto, de sus usuarios, término que, como recoge Francesc Muñoz, se acerca más a la realidad de las ciudades que la simplicación de habitante o residente.
Roberto González García (Bilbao, 1978), licenciado en Arquitectura por la Universidad del País Vasco UPV/EHU, obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en Arte Contemporáneo por la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Desde el año 2009 es profesor de Cultura y Teoría de la Arquitectura en IE School of Architecture y compagina la docencia con la práctica de su ejercicio profesional como office manager de Andrés Jaque Architects / Office for Political Innovation. Anteriormente ha colaborado con diversos estudios de arquitectura como Langarita-Navarro Arquitectos o Manuel Ocaña Arquitectos. Ha sido asistente de comisario de Pop Politics. Activismos a 33 revoluciones (CA2M, 2012), comisario adjunto de los ciclos de conferencias Amazing (2006) y WOW (2007) en la Fundación del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, y co-comisario del ciclo de exposiciones ¿Cómo? O el making of de los greatest hits en la misma fundación. Es confundador de Urgente, una publicación aperiódica para la difusión rápida de documentos que puedan ser de interés actual, y creador y editor del sello Moustache de próxima aparición.