[disponible tras el encuentro]
4/05/2016, 11.45-12.45
En este artículo se propone una reflexión sobre la manera de organizar las ciudades, no el punto de vista de la planificación urbana sino de la articulación de afectos intercambiados entre los distintos cuerpos políticos que determinan los comportamientos y urbanidades específicas. Se entiende que la organización social es, en sus niveles más fundamentales, el resultado de los circuitos de afectos intercambiados por actores sociales dispares, que pueden manifestarse, incluso, sin aparente materialidad. Las instituciones, las marcas, los movimientos sociales, los centros de investigación, los marcos teóricos y metodológicos, la legislación; están todos interconectados a las redes que componen los circuitos de deseos, intereses, puntos de vista políticos, afectos.
Por esta condición amalgamada, aunque no tiene corporeidad, estos actores llevan con ellos un mundo material, un mundo sensorial. Una ciudad en esta perspectiva, también es el resultado del movimiento de una serie de afectaciones y asociaciones específicas y predeterminadas, no neutrales, no al azar. El resultado concreto de estos movimientos determinan cómo las personas interactúan con la ciudad, esto es, condicionan cómo los cuerpos de los individuos humanos van a reaccionar a la planificación de las ciudades. Definir lo que la urbanidad es definir también la manera por la que se genera lo urbano. La urbanidad, como concepto y práctica no debe entenderse como algo dado a priori ni como una instancia cerrada y determinada, sino como un movimiento ininterrumpido de actores formados en circuitos de afectaciones y que, por lo tanto, pueden tomar muchas formas y convertirse en muchos a muchos contextos diferentes.
¿Qué urbanidades se ponen a nosotros? ¿Qué cuerpos políticos están engendrando los distintos comportamientos socio-urbanos? ¿Cómo pensar la urbanidad, más allá de sus aspectos reificados? Estas cuestiones serán articuladas en un intento de incluir a otros actores y cuerpos políticos en los juegos que determinan el uso de el espacio, tiempo, lugares y conductas, durante la vida colectiva en las ciudades, para que podamos pensar en fugas a estos flujos preestablecidos, en el cambio de las rutas dentro de los circuitos de afectación. Crear, por qué no, urbanidades otras, nuevas, posibles. Tenemos un paradigma urbano implementado, y ello es real, tanto que se manifiesta en las leyes, señales de tráfico, las vías públicas, calles, aplicaciones para teléfonos inteligentes. Esto es lo que es. Lo que no es, por lo tanto, que es posible. Sólo lo que no es es posible. ¿Qué urbanidades todavía nos falta? ¿Qué versiones urbanas no existen todavía, pero son posibles?