¿Por qué cuesta tanto hablar abiertamente de los problemas metodológicos que encontramos en nuestras prácticas investigadoras? ¿Cuáles son las consecuencias de no reconocerlos, compartirlos y abordarlos? Intentando responder a estas preguntas entre otras nos fuimos de cañas por Barcelona con la gente del SIMREF tras nuestra intervención hace ya un año en el seminario Violències de Gènere des de la Metodologia de Recerca Feminista. Fue una sesión intensa de casi tres horas en la que empezamos presentando algunas limitaciones y problemas detectados y/o experimentados en las investigaciones sobre violencia de género y sus implicaciones, para después plantear también los “apaños” para resolverlos, los caminos que aparecen de chiripa (a las que ahora llaman serendipias) y otros por los que bien podríamos aventurarnos, a ver qué pasa. Todo ello está recogido en las diapositivas de la presentación y, mejor aún, en este vídeo (y que, sí, es largo, pero creemos que merece la pena. Porque ese día estuvimos sembrás y porque el tema bien lo merece.
Y es que en el caso de la violencia de género y otras formas de abuso de poder en relaciones íntimas estamos ante un problema claro de diagnóstico. Parecemos tan convencidos de que esta violencia es una lacra del pasado, que es cuestión de educación y que la protagonizan unos sujetos particularmente violentos, machistas (y unas mujeres a las que ni siquiera les concedemos que sepan lo que les pasa) que no queda otra que sorprenderse (“era un vecino normal”) y escandalizarse con más o menos postureo cada vez que otra mujer es asesinada. ¿Cómo es posible que esto siga sucediendo?, exclaman algunos entonces (tampoco muchos, la verdad, para las 782 mujeres asesinadas por sus compañeros o excompañeros desde 2003). Como si la desigualdad (presente, material) y sus privilegios asociados ni existieran ni tuviera nada que ver en ello.
Pero, a lo que vamos ahora, si nos inquieta cómo es posible que esto siga sucediendo tras décadas de movilización, políticas públicas e investigación ¿no deberíamos darle una vuelta a las metodologías con las que intentamos abordar la cuestión a ver qué estamos pasando por alto y cómo hacerlo mejor? Esta intentó ser nuestra aportación a ese debate. Y es que, volviendo al principio, ¿qué nos jugamos (y con quién, y a beneficio de quién) ocultando o minimizando las dificultades y límites de nuestras investigaciones? ¿Qué implica reducir la metodología a mera aplicación de técnicas, diseñadas desde una lógica literalmente aplastante y aparentemente aproblemática? ¿Acaso las vidas se pliegan dócilmente a nuestros intereses, diseños y herramientas de investigación? ¿Acaso la realidad es tan dócil? Porque esto, ¿de qué iba? ¿De parapetarse tozudamente y salvar la cara en foros autodenominados expertos o de remangarnos colectivamente a resolver problemas? Nuestras decisiones ordinarias (esto es, cotidianas, aparentemente banales y comprometidas con ordenamientos presentes y futuros) están atravesadas por algunas respuestas presupuestas a estas preguntas. Y quizá sea momento de explicitarlas.
Gracias Barbara Biglia, a Lena Prado y al resto de la gente del SIMREF por invitarnos a conversar con ellas sobre todo esto.