Ni guarras, ni rancias. La estrecha franja de normalidad en el deseo sexual femenino

Sesión Sex Bombs
5/05/2016, 10.30-11.45

NEREA VELÁZQUEZ BERRÍO es sociologa y doctoranda en Estudios feministas y de género

Hace poco trascendió a los medios la noticia de que en un aula de medicina se proyectaban diapositivas en las cuales, las mujeres eran clasificadas en dos tipos: “guarras de discoteca” y “rancias de discoteca”. Este hecho recuerda de alguna manera que durante mucho tiempo se han empleado categorías como ninfómana o frígida, para tratar de poner de relieve que el deseo sexual de las mujeres no era lo que normalmente está establecido como adecuado.
La idea de que el deseo sexual de muchas mujeres es inadecuado no ha cesado, es más, se ha institucionalizado mediante el gran pilar del saber actual, la ciencia. De esta forma, el verano pasado se aprobaba definitivamente el uso y consumo de un fármaco apodado como la “Viagra rosa”, para combatir la falta de deseo sexual femenina. Otro ejemplo de lo mismo son las definiciones que pueblan los manuales de psiquiatría,que bajo adjetivos como “hipoactivo” o “insuficiente” y rigurosos porcentajes de la cantidad de sexo en pareja que se ha tenido al mes, tratan de ordenar los deseos de cada una y de convertirlos en enfermos.
¿Qué le ocurre al deseo de las mujeres? Todo nos conduce hacia la idea de que o deseamos demasiado o no deseamos lo suficiente, pero nunca lo adecuado. Y es que, ¿cuál es el deseo adecuado?, ¿Cuál es el modelo neutral en el que se mide el deseo? Nuestras formas de desear no se ajustan a la norma. A pesar de vivir en sociedades hipersexualizadas, la sexualidad femenina sigue siendo un gran tabú. Hay un malestar con la sexualidad, que es común e intimo al mismo tiempo. Podría ser quizás el problema que no tiene nombre (Friedan, 1963) del siglo XXI. Ese problema que se intuye, que se lleva en silencio y que se trata de remediar individualmente. Las categorías psiquiátricas, las medicaciones novedosas o las terapias de pareja, son soluciones individuales, personalizadas en muchos casos. Sin embargo, buena parte del problema está también más allá de lo que se pueda hacer a nivel individual. Responde a unas pautas colectivas, a una necesidad de un gran cambio social que influiría de manera directa en nuestras vidas particulares, en la intimidad, en la forma de desear y de expresar los deseos de las mujeres.