28/05/2022, 18.00-19.30
RESUMEN: Irritarse y aguzar las alas, afirmar, gritar, blasfemar, acomodar la prosa en forma de obviedad absoluta, irrefutable, probar el propio non plus ultra y sostener que la novedad se asemeja a la vida como la última aparición de una cocotte prueba la esencia de Dios. Esto no es una declaración para una moción de censura, esto lo escribió Tristan Tzara en 1919.
Un siglo antes Goya, hizo suyas estas palabras en forma de planchas de cobre que han recibido el nombre de “Disparates”. Ambos, Dadá y Disparates empiezan por D y ambos son un tiro al aire sin fundamento, sin dirección, sin objetivo pero con la clara intención ser absolutamente ordinarios, ser groseros y sobre todo completamente grotescos.
La España de Goya estaba en descomposición, la España contemporánea al Dadá, llena de cupletistas desvergonzadas y vanguardistas demorados, también estaba en descomposición, el país que nos ha tocado vivir repite tanto la descomposición como las amenazas, los fantasmas y hasta las pandemias. Goya puso en primer plano lo que nos es propio, lo que es español y muy español: lo grotesco, el esperpento, el absurdo, lo carnavalesco, lo imposible, bizarro, inasumible y vital a partes iguales.
Pasaremos por Goya, Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna, pequeñas dosis de Carmen Flores y la Bella Dorita y todas esas ordinarieces contemporáneas que actualizan a cada segundo lo grotesco y la grosería típicamente españolas. Quizá con la pretensión de salir de dudas y dilucidar hacia dónde vamos como país y si lo que nos es propio, lo grotesco y la grosería, son capaces aún de relucir con esa fuerza goyesca, pues, sí es cierto que todo vuelve, hasta el chándal, habríamos de darnos a lo nuestro con algo más de ahínco, ruido e intensidad.