13/05/2015, 18.40-19.30
El 1 de julio de 2012, la Selección Española de Fútbol Femenino ganaba la Eurocopa, sin embargo, en ningún titular se leía ninguna referencia épica. Lejos estaban aquellos titulares dedicados a la Selección Masculina como una selección de leyenda. En septiembre de 2014, la Selección Femenina se clasificaría para jugar el Mundial contestando a la afirmación de Ancelotti de que “el fútbol no es para señoritas”.
Pero, en realidad, si nos atenemos a los hechos podemos afirmar que el fútbol no es para las mujeres, puesto que no sólo existe discriminación de hecho, sino también de derecho. Existen normas por las cuales las mujeres no pueden ser profesionales. Así, mientras el fútbol es el deporte rey -y hablado del rey podríamos decir-, que llena a los españoles de orgullo y satisfacción hasta el punto de haber servido para eliminar el viejo complejo de este país, existen leyes por las cuales las mujeres no pueden ser profesionales. Sigue en vigor el Real Decreto 1835/1991, de 20 de diciembre, sobre Federaciones deportivas españolas, que dice que solo se admite una categoría profesional por sexo; es decir, que si hay categoría masculina ya no puede haber femenina.
Esto tiene una serie de repercusiones prácticas, más allá de las simbólicas, puesto que no se les hacen contratos de futbolistas. Esto supone que: o bien están empleadas en otras ocupaciones y este trabajo lo realizan como ocio –cuando acaban su jornada laboral- o tienen contratos encubiertos de todo tipo (limpiadoras, administrativas, hasta pizzeras) para jugar al fútbol. Estamos ante un fraude de ley con repercusiones muy negativas para las futbolistas. Si no tienen contrato o contrato de futbolista tampoco tienen seguridad social o posibilidad de convenio colectivo. Si se lesionan no se entiende que este accidente sea laboral. Cuando una mujer se queda embarazada se le puede rescindir el contrato sin que pase absolutamente nada.
Observar la realidad –y la ocupación de la mayoría de los puestos de responsabilidad dentro de las federaciones- y cómo la legislación se podría cambiar y no se hace nos lleva a afirmar que esto es una “cuestión de pelotas”.