19/05/2023, 12.30-13.15
(Independiente)
Queremos presentar la incomodidad y su relación con la responsabilidad. Presentarla como la capacidad de la incomodidad para ofrecer una respuesta diferente a este mundo que nos incomoda y nos da placer a partes iguales.
La incomodidad es un afecto que molesta. Sin que sea hiriente, es algo que punzona. Puede ser muy sutil, o más agresivo, pero la incomodidad nos duele. Desde un sutil dolor de cabeza en el hemisferio derecho de la misma, hasta un punzonamiento en el dedo gordo del pie. Las sutilizas duelen, molestan y nos hacen sentir incómodos. Nos interesa esa relación entre lo que sentimos en el cuerpo y los afectos que la provocan.
La habitación de las puyas, es una habitación de puntas de acero. La habitación de las pullas, es una habitación de alabanzas agresivas, o pensamientos socarrones, como diría A. Jodorowsky. Así que nosotros la escribimos con “y” pues lo que queremos nombrar es la ‘punta acerada que tienen en un extremo las varas o garrochas usadas por los picadores y vaqueros, para estimular o castigar a las reses’. Aunque vemos que ambas, acepciones tienen la pretensión de herir o abrir una herida; aunque a veces hace falta para poder cerrarla definitivamente.
El atributo importante en la puya, es el movimiento. Es la propia acción de que la puya como una banderilla, un dardo, o un el alfilerazo, nos remite a una acción en movimiento. Las expresiones hirientes, sean estas miradas, gestos, palabras se puedan tirar, lanzar, clavar, arrojar una púa, o puya que mantienen su raíz etimológica. Y ese movimiento sorpresivo, es que el que tiene la habitación de la puya. Ahí la incomodidad o tiene que ver con una sensación que dificulta la estancia en el lugar. Como decía Bardet, la incomodidad es ese fuego de ciertas preguntas.
La habitación de la incomodidad, tiene una apariencia blanca, sedosa, suave, telar… es un lugar apacible. Pero se transforma rápidamente en incómoda cuando no te deja moverte, o te pincha suavemente o directamente te noquea. Entonces la incomodidad puede dar paso a la paralización. El peor de los factores de la incomodidad es la sorpresa. Por eso, es tan audaz. Porque nos paraliza de pronto. Y no sabemos porque, pero tiene la capacidad de parar el habla, hacer que el cuerpo padezca. En esa habitación, la luz entra por los muros, porque la incomodidad no es oscura. Se produce a la luz del día, tal cual, allí entra ella misma y lo transforma todo. Es una transformación incorporal, pero que tiene sus consecuencias corporales.
No se puede vivir en esta habitación todo el rato. Aunque hay personas que se han acostumbrado a vivir en ella. Sueñan con algo diferente, pero se esconden en ella. Pero la habitación que propongo es un acuerdo. Saber y acordar que entramos en la habitación de las puyitas, y sin el factor sorpresa podemos afrontar todas esas situaciones que nos incomodan, pero porque no queremos responsabilizarnos de algunas cosas que sí nos tocan. La habitación de las puyitas, puede ser en realidad un espacio de seguridad. Un espacio controlado para poder transformar las prácticas que nos resultan incómodas en lugares para una vida diferente. Y de esta forma, transformar la incomodidad en impulso. Y es aquí cuando las arquitecturas afectivas son capaces de transformar un afecto paralizante, en un afecto movilizante. La arquitectura afectiva trata de acoger la incomodidad sin puyas.