El deseo silencioso. Censura y resistencia(s)

Sesión Deseos silentes (o no)
4/05/2016, 11.15-11.30

Mª JOSÉ BLANES, IRENE BLANCO, VICTORIA DE GRACIA, ADRIANA VÁZQUEZ, NATALIA MORENO, ANA MARTÍN-MATEO, VILLAR RECUENCO y VIOLETA ALARCÓN son estudiantes del Máster en Análisis Sociocultural del Conocimiento y la Comunicación

En esta propuesta pretendemos rastrear y cartografiar cómo opera el silencio en el deseo ordinario. Cuando se habla de silencio y deseo inmediatamente pensamos en censura, en represión en vergüenza. Sin embargo silenciar el deseo, retrasarlo, ocultarlo podría ser una forma de agenciamiento del deseo, de construir dicho silencio como trinchera, como resistencia frente a una sociedad capitalista y patriarcal, que establece lo que se puede o no comunicar en la esfera pública. Por tanto, nos preguntamos ¿qué papel desempeña el deseo ordinario en el silencio y viceversa?¿Qué deseos silenciamos? ¿Por qué? ¿Qué deseos podemos expresar abiertamente en lo cotidiano y cómo los satisfacemos? ¿Es el silencio siempre la penalización del deseo o puede ser un ejercicio de resistencia?
Pensemos en nuestras interacciones y en los distintos contextos en que nos movemos. ¿Cuándo se puede hablar y cuándo no? En la biblioteca… no. En la iglesia… tampoco. Ni cuando hablan los mayores. El libro de la humanidad podría ser una partitura interminable donde las notas y los silencios se van intercalando, a veces en armonía, otras muchas (la mayoría, tal vez) sin ella. Desde el poder se establecen qué deseos son morales e inmorales, lo que se puede expresar y lo que no. ¿Se puede confesar el deseo de ser violadx sin ser juzgadx? ¿El deseo de arrojar a alguien a las vías del tren podría manifestarse públicamente sin ser penalizado? El deseo funciona a través de la censura de lo permitido y lo prohibido, obligándonos a reprimir y callar nuestros deseos cotidianamente. Esta censura nos lleva a usar eufemismos, metáforas o metonimias para hablar del deseo (a escondemos en el «sótano» nuestros deseos «más oscuros»). Consecuencia de esto son las filias y los deseos «perversos», pues la prohibición como observa Bataille, intensifica el deseo. Esto lo comprobamos por ejemplo en la prostitución, el BDSM, la pornografía, etc. pero también en otros deseos censurados como el consumo de ciertas drogas, la cleptomanía, fantasías de aniquilación, etc. A la vez, a menudo en contradicción con lo moral y/o saludable, la publicidad nos impele a desear y consumir siempre algo nuevo e inmediato, en una carrera exhibicionista e interminablemente frustrante. Pero también encontramos deseos silenciosos, disidentes, subversivos y no necesariamente perversos, pero inconfesables. No nos gusta el silencio, no sabemos qué hacer con él porque es un privilegio del poder. Así que reclamar el silencio para dilatar el deseo, para desear de otras maneras… «Quien no llora no mama» nos enseñan, pero a veces sólo expresar un deseo lo aniquila. Desear en silencio, alargar o retrasar el deseo, incluso dejar de desear, supone un desafío en esta sociedad.