Citándonos con el amor

<vídeo> 
[disponible tras el encuentro]
Sesión Amor de abril y mayo
14/05/2015, 12.30-14.00

JOSÉ DIEGO SANTOS es… [pendiente de actualización].

SERGIO L. HERNÁNDEZ es… [pendiente de actualización].

Tinder, Ashley Madison, Badoo y muchos otros… Esos curiosos y extraños lugares que manejamos con las palmas de las manos se erigen actualmente como la imagen preponderante de “lo amoroso” dibujando, sea de manera celebratoria, sea de manera condenatoria o nostálgica, una gran transformación que nos conduce a una profunda redefinición del amor, cuando no directamente a su disolución. Sin embargo, también parece plausible pensar que esas interacciones que se han desplegado en esos curiosos y extraños lugares han de ser constantemente traducidas y retraducidas múltiples veces, en múltiples situaciones, microacontecimientos en los que está en juego la definición (cognitiva) y el deseo (emocional) de la situación.
Sin duda, las páginas digitales de encuentros amorosos y/o sexuales parecen un lugar legítimo y pertinente donde estudiar de qué manera median en la constitución de las relaciones sociales actuales, atendiendo a las lógicas de apropiación de los usuarios. Pero en una cita cualquiera no sólo interviene las páginas digitales de encuentros, cada una con sus especificidades, sino que está compuesta por un sinfín de cosas de muy diferente naturaleza y que en función de su ordenamiento va a dar una tonalidad diferente a la cita y, en consecuencia, a las emociones que puedan emerger de ella. En este sentido, podríamos pensar ir al cine, en cenar en un restaurante, en cenar en casa, en colocar velas, en beber vino, en elegir música, en dar un paseo, en despedirse, en llevar a casa en coche, en hacer una broma, en hacer cumplidos, en crear pequeños “piques”, etcétera. Sólo hemos indicado unos pocos ejemplos pero adivinamos con facilidad –seguramente por trágica experiencia– que cada uno de esos momentos son una ocasión para estropear la cita, o en cambio para elevarla.
De esta manera, nuestro objetivo es intentar seguir el proceso que denominamos confusamente una “cita”. Esta competencia sobre las citas no consiste solamente en conocer qué objetos están permitidos ni en cómo deben disponerse, como si fuera un simple saber técnico que hay que aplicar, sino que debemos mostrar pericia acerca de qué orden o gramática moral está definiendo la cita. Esto quiere decir que en una cita se puede justificar apelando a diferentes criterios que va a dictar qué se considera valioso y va a marcar los ritmos, los objetos, los lugares y los sujetos (junto a sus emociones) pertinentes. Así, consideramos que una cita es una situación en que los actores tratan de enmarcar, de situar en un determinado orden, un orden semiótico-moral-material, de manera que las emociones queden anudadas a un sistema de signos. En función de la gramática moral movilizada, cada cita, cada ritual en su forma pura, exigirá un curso de acción más o menos determinado e irá despertando unas emociones en cada momento, evacuando como ilegítimas aquellas formas emocionales impropias (propias de incompetentes, paranoicos/as). Por eso, a veces nos sentimos decepcionados, o engañados o traicionados, al conjugarse otra gramática que nos señala de otra manera qué es, cómo funciona y qué está en juego en una cita.
En vez de presuponer que una vez hubo un orden ritualizado del amor en el que quedaba bien claro, a través de un cortejo sistemáticamente pautado, quién y cómo debía ser amado, y que ahora nos domina el “normal caos del amor”; nuestro objetivo es poder mostrar que existen rituales diferentes y que, además, hoy en día coexisten y se entremezclan, se comprometen entre sí porque, si bien resulta útil reconstruir las diferentes gramáticas y los valores que dan justificación y a partir de los que se produce una distribución (quiénes son más competentes), es evidente en una cita hay mucha promiscuidad, impureza gramatical. Mientras actúan, los actores constantemente establecen “compromisos” que les permiten tirar para adelante la relación, pero luego esos compromisos pueden traer problemas y conflictos. Una cita es siempre múltiple.
Por último nos gustaría discutir el dispositivo metodológico ideado para captar estas formas. Nuestro punto de partida es aprovechar que una cita requiere cierto ejercicio reflexivo por parte de los actores implicados para ayudarnos a recuperar sus componentes invisibilizados o cajanegrizados al inicio. En este sentido, el “apaño” metodológico debería ser, por un lado, suficientemente flexible como para ser capaz de acoger todas esas múltiples “formas amorosas”; y por otro lado, consideramos que, aunque la productividad de las diferentes técnicas de investigación basadas en lo discursivo es indudable, parece más adecuado juguetear con un dispositivo metodológico que dé mayor presencia a la materialidad de las relaciones sociales, en este caso en aquellas empeñadas en “hacer el amor”. De ahí que nuestra propuesta consista en invitar a un grupo de personas a recrear, en diferentes grados, distintas escenas de las citas, permitiéndoles también ordenar los escenarios, teniendo que justificar las decisiones tomadas. Así se consigue implicación, incluso corporal, de quienes participan en la investigación, que ya no son radicalmente diferentes de los investigadores.

 

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