4/05/2016, 16.00-17.25
Los proyectos de habitabilidad colectiva y las formas arquitectónicas que les dan soporte han sido el campo de experimentación de muchos arquitectos de la modernidad, desde Fourier hasta el presente. La historia de la arquitectura es también, en cierta medida, un enorme catálogo de ensayos de vida en común que tienen su correspondiente arquitectura “de comunidad”, desde las colectividades eco-utópicas hasta los ensayos higienistas de las vanguardias históricas o la prisión voluntaria propuesta por Rem Koolhaas.
Sin embargo, quizás no ha sido del todo bien explicada la relación conflictiva existente entre las propuestas de vida colectiva del pensamiento arquitectónico utopista y las demandas de sus usuarios, y generalmente se han explicado los proyectos “de comunidad” como ideas arquitectónicas avanzadas puestas al servicio de voluntarios dispuestos a “entender” el desafío propuesto por arquitectos y teóricos.
Esta presentación propone una revisión crítica de dos ejemplos de arquitecturas pensadas para la vida en común (Walden 7 y El Ruedo de la M30) en las que los deseos de formas de vida alternativas y el deseo de una vida mejor están mediados por experimentos tecnosociales que han dado lugar a colectividades muy distintas de las esperadas por sus diseñadores.
Walden 7, situado en el municipio de Sant Just Desvern (área metropolitana de Barcelona), es un edificio de vivienda colectiva construido por el estudio multidisciplinar Taller de arquitectura, del que formaba parte el arquitecto Ricardo Bofill. Inspirado en las teorías conductistas del psicólogo social Burrhus Frederic Skinner, el proyecto está concebido como un gran barrio vertical autogestionado con capacidad para 1.000 personas. Desde su construcción, Walden 7 se ha identificado como un logrado ensamblaje social inspirado y sostenido por los sectores progresistas de la burguesía barcelonesa. Sin embargo, el deterioro del edificio, que ha necesitado importantes trabajos de restauración, ha puesto de manifiesto que la colectividad original «autogestionada» no es demasiado distinta de cualquier comunidad de vecinos convencional, con sus derramas y sus reuniones de escalera.
El Ruedo de la M30, es un edificio diseñado y construido por el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oíza tras resultar ganador, en 1986, del concurso público convocado por el IVIMA. El edificio estaba destinado a albergar viviendas sociales y fue ocupado en gran parte por las familias desalojadas del poblado de chabolas de Pozo del Huevo. Muy pronto, El Ruedo se convirtió en un ejemplo más del fracaso de la arquitectura experimental para comunidades de proscritos, estigmatizando a todos sus habitantes, como ya había ocurrido con experiencias similares en Italia, en Francia o en Inglaterra. La peculiar configuración formal del edificio y los extravagantes planteamientos ideológicos de su autor son parte de la historia negra de El Ruedo, como el origen de sus habitantes, sus aspiraciones y sus deseos de una vida mejor.