24/05/2024, 10.30-11.30
UNO: Con un carboncillo empezamos a dibujar el caballo. La propuesta consiste primero en dibujarlo para después ejercer algunos cambios, para así transformarlo, emborronarlo, desdibujarlo. El caballo es un punto de encuentro “¿quedamos mañana a las cinco en el caballo?”, forma parte de un monumento, del paisaje cotidiano y trae consigo cierta memoria. Quizás sobra la figura humana, o quizás Cortés tenía más barriga, o “mira si te fijas bien hay hormigas trepando por las patas del caballo”, “a lo mejor podemos dejar que el caballo se escape, que abandone esta peana”. O quizás podemos convertirlo en un unicornio.
DOS: Con un lápiz dibujamos sobre una cartulina negra la silueta de alguno de los monumentos ecuestres de la ciudad. Es difícil elegir, algunos tienen las patas levantadas, otros no, algunos los conocemos, otros los acabamos de descubrir. En uno de ellos hay una mujer a galope, se llama Anita. Aunque la mayoría son reyes o algo parecido. Es algo difícil dibujar un caballo y más con las patas para arriba y para abajo. Nos preguntamos si tuvieron nombre, o cuales fueron sus historias. Es hora de liberarlos, de empezar a ver animales por la ciudad, aunque sean de bronce o piedra. Con una brocha aplicamos una tinta casera hecha con de espinacas en un papel grueso, con textura, como de acuarela. Damos dos capas a toda la superficie del papel. Colocamos nuestra silueta de cartulina encima del papel entintado en verde. Ponemos un cristal encima. Es hora de imprimir porque hoy ha salido el sol. Antes de la fotografía había ya había dibujos solares. Dibujos que se hacen con el sol, al ritmo de la climatología. Dibujos efímeros, que se desvanecen y se borran con la exposición solar. Se borran como las memorias que no quedan recogidas en la monumentalidad oficial. Pasadas unas horas, levantamos el cristal y aparece una silueta en verde de caballo, todo lo demás se lo ha comido el sol.
TRES: En un trozo de papel pude hacer un boceto de la visión que tuve en la cueva: Me pareció ver un rebaño de ovejas que se diluía en un bosque tallado entre estalactitas. La cueva está protegida, es un monumento geológico. Se descubrió durante una voladura de la industria de extracción mineral, que tuvo que cesar. Se perdieron trabajos y oficios. Sobre una piedra litográfica reproduzco el dibujo que hice en la cueva. Uso lápiz graso. La piedra pesa. Parece que me obligue a dibujar con todo el cuerpo. Tras aprender a usar el tórculo, y tras varias pruebas de entintando, finalmente, una litografía, un dibujo, un paisaje, una memoria tan futura como presente y pasada donde cueva, fábrica, ovejas, ecología y patrimonio no se puedan separar. En un valle cercano hay otra cueva con pinturas rupestres, los dibujos están borrados del suelo hacia arriba como metro y medio. Nos contaron que las ovejas que pastan cerca entran y salen y con su lana y han ido borrando lo que su altura les permitía.
UN, DOS, TRES: Tres ejercicios de desdibujo y memoria para una imaginación monumental.
