28/05/2022, 16.00-17.45
RESUMEN: En su estudio sobre François Rabelais, Mijail Bajtín reconoce en la cultura popular medieval un realismo grotesco que degrada lo espiritual y abstracto a un inferior absoluto de genitales y excrementos. De este modo, haciendo valer el principio corpo-matérico, el poder es burlado simbólicamente por un cuerpo grotesco popular que trasciende los límites orgánicos individuales como resistencia de los cuerpos a ser aislados. Con lo anterior, este universo de bultos, excrecencias y orificios, desborda la dermis que confina los cuerpos interesándose por todo lo que brota o sale de ellos, sublimando lo que une unos con otros. Como consecuencia de lo anterior, se produce una carnavalización del espacio público convirtiéndose en el hábitat de la grosería y la risa popular, afirmando así la potencia política de la fiesta. Posteriormente, con la consolidación del estado-nación, el clasicismo reduce el grotesco a mera vulgaridad. Sin embargo, según Bajtín, lo grotesco es una energía pulsátil inextinguible que históricamente rebrota, planteando un conflicto visceral entre el cuerpo como unidad política fiscalizada y la colectividad antioficial del cuerpo popular. Podríamos decir, por lo tanto, que existe popularmente una concepción grotesca del cuerpo, siempre proclive a la hipersexualización como expresión del deseo de vivir dentro de un cuerpo nuevo, y que refuerza la sensación viviente que tiene el pueblo de su inmortalidad histórica colectiva.
En síntesis, con la intención de participar en la reflexión sobre el grotesco actual que plantea Sociología Ordinaria, propongo reconocer la hipérbole del grotesco rabelaisiano en las estéticas de las periferias españolas contemporáneas de kanis y chonis, como actualización viva del principio corporal y material, vivificada sin duda por la rotunda afirmación de la cultura reggaetonera. Con lo anterior, analizaré la semiótica de las prótesis mamarias, las inyecciones de botox, los bronceados UVA, las extensiones de cabello, los brillos extravagantes, las uñas de gel, las musculaturas esteriodes, y todo tipo de burlas que las periferias urbanas poscoloniales hacen de las estéticas canónicas; entendiendo los/as jóvenes de barrio como simulacros ambivalentes que se afirman con la performación de sí mismos/as, como resistencia política a la imposición de las identidades burguesistas inmutables.
En este neo-realismo grotesco desplegado en la fiesta del espacio público suburbano de botellones y parkineos, estaría presente el desplazamiento del centro del cuerpo a lo inferior analizado por Bajtín, produciendo una ‘degeneración’ del elitismo del buen gusto, que amputa el cuerpo de la vida y lo limita a un mundo público alejado de la palpitación encarnada del nacimiento y la muerte, como intercambios del cuerpo con el mundo.