El fan ha sido objeto de burlas, desprecios y reduccionismos. Durante mucho tiempo ha sido catalogado como un agente pasivo, un receptor acrítico y socialmente desorganizado, sin capacidad para intervenir en los procesos de producción y significación de los mensajes. Sin embargo, desde el arte contemporáneo ha emergido como un agente activo que contribuye al desarrollo, elaboración y relectura de estos productos. El trabajo de diversos artistas, como Jeremy Deller, Kalup Linzy, Aitor Saraiba, Francesc Ruiz, Mickalene Thomas, Lorea Alfaro o Momu & No Es ha documentado cómo en muchos casos los fans abordan proyectos de emancipación personal o colectiva en la manera en que se vinculan a las ‘estrellas’ de la música, de las que disponen de manera independiente, reprogramando las correlaciones entre icono e ideología en el ámbito de su experiencia cotidiana.
Uno de los aspectos más relevantes a la hora de entender los alcances de lo pop en su configuración política y su relación con las historias del arte es comprender que los enunciados presentes en muchos de sus productos no se corresponden de manera directa con sus recepciones, sino que se convierten en temas de debate que pueden contener ideologías enfrentadas. Entre el mensaje emitido por la industria pop y una sociedad de fans receptores, existe una gruesa piel de construcciones sociales en las que dichos mensajes son confundidos, reprogramados, disputados, hibridados, disentidos y recombinados. Toda una sociedad que en muchas ocasiones no es considerada en recuentos críticos que sólo consideran los contenidos de los primeros mensajes, pero que sí ha sido el principal caldo de cultivo en que el arte contemporáneo se ha conectado con los contextos del pop musical. Como señalaban Robert Venturi, Denise Scott Brown y Steven Izenour en 1977, precisamente hablando de lo pop, al afrontar una investigación sobre un contexto ideológico, simbólico, político y social es necesario suspender los juicios de valor previos . Se debe evitar la mirada por encima del hombro a todo aquello que parece marginal y recurrir a la observación minuciosa de cómo una realidad concreta es parte de un extenso tejido de relaciones que contiene canales de hegemonía, pero también archipiélagos de alternativa, ironía, desatención y disidencia para comprender sus sistemas formativos y de dependencia. Es decir, los variados sistemas de relación propuestos desde la música no son subculturas ajenas a un contexto global, sino posiciones de conocimiento conectadas entre sí, hibridadas y contaminadas, de las que, en definitiva, no es posible establecer enjuiciamientos morales únicos, en los que siempre encontraremos micro-espacios de descoordinación.
Iván López Munuera Es crítico y comisario independiente. Explora la inscripción del arte contemporáneo y de la arquitectura en el contexto crítico de las ciencias sociales y en los estudios de medios. Ha realizado labores de comisariado, documentación y gestión en instituciones como Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, ACAX (Agency for Contemporary Art Exchange), Ludwig Museum, CA2M, Matadero Madrid, ARCO, MAPFRE Foundation, Comunidad de Madrid, Fundació Suñol, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo o el Instituto Complutense de Ciencias Musicales. Ha publicado en medios como El País, Arquitectura Viva, Arte y Parte‘, ‘Goya, Lápiz, Pasajes de Arquitectura y Crítica, Pasajes Diseño o Urgente. Actualmente es profesor en IE University y ha sido tutor de ‘Arte Latinoamericano en el Siglo XX’ de la Universidad de Georgetown. Entre sus exposiciones como comisario destacan Pop Politics: Activismos a 33 Revoluciones (CA2M, 2012-2013), El Ranchito (Matadero, 2010-2012), Circuitos MMX (Comunidad de Madrid, 2010) o Los Esquizos de Madrid (MNCARS, 2009; Fundació Suñol, 2009; CAAC, 2010).